No todo el mundo sabe que el Botox está compuesto de toxina botulínica. Esta es una neurotoxina muy poderosa y hoy en día se usa en muchos campos de la medicina moderna. Actualmente, las inyecciones de Botox® son la forma más popular de tratamientos cosméticos no quirúrgicos en los Estados Unidos en la actualidad.
Hubo un hombre llamado Alan Scott, quien primero aplicó pequeñas dosis de la toxina a pacientes que tenían los ojos cruzados y parpadeaban incontrolablemente. Una compañía llamada Allergan, Inc. luego ayudó a Scott a obtener la aprobación regulatoria para comercializar su descubrimiento como medicamento. En 1988, Allergan compró el medicamento y en 1989 recibió la aprobación de la FDA. El fármaco se llamó entonces Botox®.
Sus beneficios se observaron cuando desaparecieron las líneas de expresión entre las cejas. Hoy en día, Botox® está creciendo en cantidades récord porque encuentra un enorme potencial nuevo en varias áreas terapéuticas, incluido el tratamiento de las migrañas, la contracción de los músculos del párpado y la hiperhidrosis axilar (sudoración excesiva). Otros usos de Botox® incluyen incontinencia urinaria, fisura nasal, trastornos espásticos, accidente cerebrovascular, esclerosis múltiple y parálisis cerebral.
En la mayoría de los casos, las personas usan este método para reducir las arrugas alrededor de los ojos. Su función es tratar áreas del ojo comúnmente llamadas “patas de cuervo” y arrugas en la frente mediante inyección con una pequeña aguja. Dependiendo de dónde se inyecte, los efectos secundarios pueden incluir dolor de cabeza, párpados caídos y náuseas. También son comunes los hematomas temporales alrededor del lugar de la inyección.